El
hombre estaba sentado en el desteñido banco, frente a la costanera rosarina. Su fiel amigo estaba al lado,
durmiendo andanzas y soñando, quizá, con un refugio seguro. El vagabundo lo había cubierto con la manta y su cabeza descansaba cerca de la linyera, la que guardaba sus
pertenencias.
Su
mirada vacía se dirigía hacia puntos ciegos. Como buscando algo o alguien…
Y yo,
como las demás personas de la vía pública, sin saber qué hacer…
Gladys Taboro
No hay comentarios:
Publicar un comentario